domingo, 14 de diciembre de 2008

De los hijos...



Un hijo se gesta de otro modo
como si nuestro cuerpo fuese ajeno
como si se dispusiese a recibir
una esencia distinta de la propia.
 
 
El amor
que despierta es diferente
más hondo, más pausado
establece desde entonces
otras reglas de juego.
 
 
Con el paso del tiempo,
ese otro que se formó en tu vientre,
dispone de una ternura nueva
de un pertinaz amor que siempre espera.
 
 
Cuando el hijo se aleja,
escapa sigiloso
                      inalcanzable.
 
 
El amor persevera
en un pacto secreto
diferente a la complicidad
instaurada con las hijas.
 
Ellas
desde el comienzo
son más parte de ti
son más tu misma
igual al aleteo de mariposa
que en tu vientre
anunció su presencia.
 
Al acunarlas
ya tenías la certeza
de la mutua pertenencia silenciosa.
 
 
Ellas
cuando se marchan lo avisan a mil voces
se despiden
lloran
dejan cartas debajo de la almohada.

 
Tu les regalas rosas
haces fiestas brillantes
las despides...
Aunque adivines
que no se irán tan lejos
que el hilo del amor
las traerá de regreso a tu regazo.

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